Vivo en mi cabeza y soy aburrido
Muchas veces me pregunto por mí mismo. Por qué me pongo tan agresivo. Por qué me siento tan triste, si en teoría ‘no me faltó nada’. Me dieron una crianza dura, a veces inflexible, pero bien intencionada; algo que entiendo y valoro racionalmente, más ahora siendo adulto. No me faltó nada en lo económico. Tuve chances amplias, limitadas por una promesa vana de mi infancia que no cumplí (ser médico) ni pienso honrar.
El paso del tiempo me volvió más reservado. Frustraciones varias (en parejas, en grupos, en amistades, en la familia, en la universidad) me encerraron en una coraza de la cual no salí. También resentido: a veces veo parejas siendo felices y exploto de frustración. ¿Por qué yo no? Ok, siempre idealizo las relaciones de pareja, pero ¿por qué ese volcán explotando en mis vísceras? Totalmente me descargaré aquí, lo escribo con dolor y culpa, porque me duele hondamente, lo siento una traición: a veces he envidiado a mis amistades, actitud miserable si las hay.
(Lágrimas se derramaron al tipear lo anterior. De verdad lo siento en mi espíritu)
Me volví mucho más otaku que nunca; desde 2017 hasta inicios de 2020 ví una masa de series y películas gigantesca. Una dedicación que jamás le puse a ninguna ocupación o carrera universitaria.
La religión primero, luego la psicología, la astrología, el diseño, el dibujo a mano alzada, la música japonesa. Pequeños altares que fui levantando y tirando con la furia de trumpista en el Capitolio. Hablando de ello, me volví más derechista con el tiempo también. Lo veo relacionado. ¿Por qué hago esto? ¿Por qué opero como opero en la vida social? ¿Por qué ese odio anidando dentro de mí?
He visto ayer un gran indicio de cuán disociado de la realidad me ubico. Concurrí a un encuentro de mi grupo literario, el último que tenía programado ya que preferí no renovar contrato. Ahora soy un freelancer tipo Messi una semana hasta ir a París. Y vi cómo mucha gente se preocupaba por mis ausencias, o que lamentaban mi partida. Yo ni lo tuve en cuenta ese factor. ¡No tuve en consideración lo que otras personas anidaban en su mente sobre mí!
Llegué a la conclusión de que vivo demasiado dentro de mí, despreocupado incluso de cómo las otras personas me perciben o se sienten ellas con mi presencia. Una falta de tacto que debería corregir si quiero avanzar en mi vida. Y otra cosa: soy muy aburrido. Introduzco tópicos, comentarios y tal que no son cautivantes para las audiencias. Soy un bodrio, un queso. Y no se cómo mejorarlo, y me preocupa porque quiero que me oigan, que me entretengan con charlas, porque quiero que me quieran…
En fin. Bien dice una chica que me gusta (resumo la idea, no la cito textual): no das cringe porque no sos tan importante. Hacé lo que quieras, total a nadie le importa. Es algo depresivo, pero liberador. Nadie me conoce. Nadie me tiene en cuenta. Sólo soy el hijo de un yerbatero y albañil, y una criadora de gallinas y ovejas devenidos regentes de un geriátrico. Soy un ser gris, parte de la masa amorfa baja de toda sociedad. No tengo prosapia a defender, linaje a perpetuar, título universitario para honrar, capital que proteger, pareja que amar. Soy, tristemente, libre. Y puedo usar esa libertad para lo que quiera.
¿Qué haré, entonces, con la potencia de un arma atómica en mis manos? Esa duda me corroe tanto como las anteriormente expuestas en este escrito.
La carta de Tarot de esta entrega es el (1), El Mago.