Empecé a escribir este artículo con la celebración de cumpleaños de Lelouch, el protagonista de Code Geass, serie emitida entre 2006 y 2008. Pensé muchas cosas al mismo tiempo: ¿por qué celebramos el cumpleaños de un personaje, más si es de anime -considerando que es un dibujito? Quince años de emitido y recordamos a Lelouch, un personaje entre miles que uno ve circular cada año. Se me viene a la cabeza el fenómeno popular que sigue siendo Sheryl Nome, la protagonista de Macross Frontier. Han pasado cinco años, luego nueve, al poco diez años de emitida la serie y nos acordamos de ella — sobre todo en el fandom japonés.
Todo se concatena en indagar en la duda del título. ¿Qué hace a un clásico ser clásico, justamente? ¿Por qué la mayoría popular recordamos, de cientos de series emitidas en el año, tres o cuatro nomás?
Si es por calidad, olvidémonos. Guilty Crown es cuanto menos endeble a nivel argumental y su décimo aniversario fue un boom que resultó en nuevas versiones de música de EGOIST, la banda musical surgida en la serie; una cadena de tweets en homenaje por parte de los seiyuu y las cuentas oficiales de la serie y Studio WIT (el cual se desprendió de Production I.G luego del proyecto Guilty Crown). Me encanta, pero tampoco es un dechado de virtudes; hay que esforzarse por perdonar muchos huecos argumentales, sobre todo en el final.
¿Por tiempo transcurrido? Menos. Attack on Titan apenas terminó a inicios de año el manga y ya sabemos que será un clásico; varias obras de la época isabelina llegaron a nuestro tiempo pero sólo Shakespeare y Marlowe tienen obras consideradas ‘clásicas’.
¿Por el sostenimiento de una comunidad? Esa me parece una clave. Los libros religiosos tienen un respeto porque hace dos o tres milenios (en su mayoría) tienen una base de adherentes y/o fieles que perpetúan su carácter sagrado y logran que despierte interés al menos filosófico o intelectual en quienes no somos cultores de la fe. Los mitos griegos, si bien tenían carácter religioso, ahora se analizan como curiosidad o explicación de aquel mundo donde nacieron varios conceptos que hoy día seguimos utilizando. La comunidad que la sostiene cambió: antes eran los fieles, ahora los académicos y personas que gustan de educarse en el tema en todo el mundo. Pero sigue existiendo una comunidad determinada que jalona el texto, lo preserva, lo difunde y muestra la densidad de enseñanzas que puede dejarnos.
Y en este último punto cierro, para no divagar tanto. La densidad de lo que nos deja como alimento intelectual o emocional es, quizá, lo que nos obliga incluso a entronar como ‘clásica’ a una obra determinada. El amor que recreamos dentro nuestro es inolvidable, por eso lo propagamos y logramos que otros amen lo mismo que nosotros, y ahí se forma esa comunidad que sostiene y nutre la obra para la posteridad. En definitiva, es el poder del amor lo que hace un clásico ser lo que es. Opinión.