Una anécdota evidente
La única vez que recuerdo logramos salir los cuatro miembros de mi familia fue en 2005, no recuerdo bien el día o mes exacto. Vimos a sala llena en el difunto Shopping de Villa del Parque la película ‘Star Wars III: La Revancha de los Sith’. Por eso la recuerdo con respeto y cierto cariño, desde mucho antes de la reivindicación memética de la Internet actual: porque representa el único momento de normalidad en mi vida, el instante preciso donde mi familia se comportó como una familia usual; donde aquello que se me negaba, por un rato, se disolvió. Donde logré acercarme a las demás personas, con su vida normal. Con el tiempo, ese momento de ‘normalidad’ fue agrandándose en mi memoria, ya que jamás se repitió algo así… En fin, fui feliz. Todo gracias a las espadas láser y amores que fracasan.
Aún recuerdo que, siendo el metraje tan largo, mi padre o mi hermano (uno de ellos seguro, un masculino) quería irse, estaba muy apurado, entonces yo, de 12 años entonces, debí apresurarme. Me quedé hasta el final, obviamente, sin importar las represalias que habría en casa.
La fantasía siempre me hizo feliz. Escapar en mi mente es lo lógico, entonces, para soportar un mundo de dolor. El cine siempre me hizo feliz. En el momento de SW III, sellamos un pacto casi fáustico: mi alma por algo de alegría cada tanto. Lo seguimos renovando, como la misa renueva la entrega de Cristo. Todo se puede caer alrededor, y una sala de cine me dará material para pacificar mi tribulación llamada ‘vida’.
Pienso en este hecho clave de mi vida, retorno al presente.
Año 2020. Cuarentena estricta, mucho tiempo en casa, escribiendo, estudiando, trabajando. Me debía, dentro del anime, ver la serie de Macross, la cual fue adaptada y renombrada Robotech en Occidente. Así lo he hecho, circulando por las distintas series de la franquicia. Finalmente llego al punto actual, donde estamos con la serie (2016) y película (2018) de Macross Delta. Sentí con esa saga que, al fin, había encontrado una serie digna de mi admiración sin fin, más aún que con Star Wars. Su combinación de aviones convertibles, peleas galácticas, vida cotidiana, triángulos amorosos y música, muchísima música, había despertado en mí sentimientos bellos que debían ser expandidos. Sobre todo, se imprimió en mi mente lo siguiente: las espadas y fracasos podían reemplazarse por música bella y amor concretado. Era posible cambiar y ser feliz.
¿Es posible?
En cualquier caso, se pavimentó el camino para un 2021 donde, tratamiento psicológico (TCC y DBT) mediante, logré mejorar muchísimo en todo ámbito.
2022. Volví a envidiar a una amistad. Envidié su dinero, su situación sentimental, su belleza, ¡sus problemas, que me recuerdan a inocencia, a juventud de manual! No a mis problemas de adulto sufrido. Volví a sentir asco de mi debilidad, de la proyeccion de mis problemas a la vida de otra persona que nada tiene que ver con lo que sufrí tiempo atrás. Los problemas son conmigo mismo, no con o para los que me rodean.
Y no quiero interrogarme en por qué he tenido una vida tan diferente a la habitual. Dios sabrá. El interrogante viene por este lado: ¿todo esto que sufrí y reflexioné vale de algo, o vale mierda pura de caballo? O de mono, o vaca. ¿Quiero colorear el mundo, aún, o era una idea del momento, una tribuneada? ¿Sigo creyendo lo mismo del amor, ahora que un rostro horrendo de mi propio ser me dice ‘vos no crees en nada de eso’ con tono de Willem Dafoe como el Goblin? ¿Qué es ‘vivir con estilo’, como enseñó Hide a Ken?
Creo tener respuesta a mi situación. Quizás he dependido demasiado del mundo de las amistades. Me volqué demasiado a ese ámbito, donde encontré un oasis en 2021. Pero los humanos vamos creciendo. Todos van viviendo una vida individual clara: mudándose con la pareja, recibiéndose, consiguiendo trabajo, yendo al extranjero. Tarde o temprano quedaré aquí, solo de nuevo, con eventuales mensajes de cariño para la Navidad. Y debo prepararme para ello. O ser quien los envíe, ¿cómo saberlo?
Debo volver al centro: la mejora personal, independiente de quién me acompaña en el cuerpo y el corazón. Mi eje debe ser corregido. Mi amor, direccionado; pero primero que a los demás, a mí.
El amor que conocí, apasionado, no debe morir. Su fuego debe seguir guiándome. Aún en solitario de nuevo, aún con miedo, en medio de la oscuridad hay que continuar.